Era el
primer día de primavera, una fresca brisa recorría las hojas de los árboles. En
el jardín los cuatro niños jugaban alegremente, corriendo entre la pila de
hojas que se habían recogido esa mañana. Los padres los miraban retozar y
hablaban entre ellos de los planes y sueños que tenían para sus pequeños.
-Laura es
tan delicada y sensible – dijo una de las madres – no se como hace para verse
siempre tan hermosa y elegante. Y eso que solo tiene 6 años. Tienes mucha
suerte de tenerla como hija.
-La verdad
es que no se como mi hija ha adquirido rasgos tan suaves – dijo la madre de
Laura – definitivamente no los obtuvo de mi y menos de su padre.
-En verdad
no de su padre – replico la otra madre en tono de burla.
-Creo que
Laura y Danielle solo pudieron obtener sus buenas características de sus madres
– el padre de Danielle llegaba de la cocina – Aunque es lamentable que no
hayamos tenido varones que pudieran heredar algunos de los nuestros.
-Lamentable,
no creo. –El padre de Gabriel, que había estado muy callado hasta entonces
brindaba su aporte a la conversación – ustedes son afortunados, tienen en sus
hogares dos princesas que les recordarán cada día de sus vidas la belleza y la
candidez de sus esposas. Yo aunque, amo a mi hijo, desearía haber tenido una
niña que hubiera heredado la mirada de mi esposa. Así ahora que no está conmigo
podría recordarla siempre.
Un silencio
se apoderó de todos, nadie sabia que decir. La madre de Laura, suspiró y dijo:
-¿Han
notado como Gabriel hace esa muesca extraña cuando está haciendo algo malo y no
quiere que lo descubran? – Todos miraron al niño que estaba a punto de vaciar
su cubo de arena sobre Danielle – Es exactamente igual a Ania cuando estaba
maquinando alguna de sus locuras. Ya ves, no creas que por ser padre de un
varón no tendrás quien te la recuerde.
-Además, ya
quisiera yo que Robert fuera un poco más como Gabriel – el padre de Robert
hablaba mientras se tomaba un refresco – Gabriel es tan decidido y valiente,
todo un varoncito. En cambio Robert…
-Cuidadito
con lo que vas a decir – la madre de Robert salía en defensa de su hijo – mi
hijo es todo un varoncito, lo que pasa es que yo lo he educado para que sea
tierno y delicado.
-¿Delicado?
– El padre de Robert subía un poco el tono de su voz – ¿Qué hombre se sentiría
orgulloso de que le digan que es delicado?
-Bueno,
bueno – El padre de Laura objetó a lo lejos – no tiene de malo que un hombre
sea delicado, mírenme a mí que soy la representación viva de la delicadeza, mi
niña obviamente lo heredó de mí – Dijo a la vez que se levantaba la camisa y se
rascaba arduamente la prominente barriga.
Las madres
no pudieron contener la risa. A lo que la madre de Laura respondió:
-Bueno,
pues da gracias que tienes dinero, porque si solo dependiera de tu gracia y
dulzura no se que hubiera sido de nuestro matrimonio.
Así
continuó la conversación entre las cuatro parejas con risas y bromas, mientras
que los niños ajenos a todo esto seguían absortos en sus juegos infantiles.
Terminó la
tarde y cada uno partió rumbo a su hogar. Los ratos vividos juntos fueron
quedando atrás. Gabriel fue enviado a un internado en España por su padre
cuando cumplió los 10 años, para iniciar su preparación hacia el futuro que le
sería impuesto como presidente de la compañía arquitectónica que su padre había
construido. Mientras que Robert, Laura y Danielle crecieron compartiendo sus
tardes y pasando agradables momentos juveniles.
Laura se
convirtió en una adorable jovencita de grandes ojos color miel y pelo lacio que
se mezclaba con los colores del atardecer. Era el orgullo de sus padres,
quienes soñaban que algún día su hija se convertiría en una gran arquitecta
como su padre.
Danielle
con tan solo 16 años, era muy inteligente y suspicaz, su pelo negro como la
noche y sus ojos azules como el cielo, le daban un toque misterioso que
acompañaba muy bien su personalidad tranquila y calculadora. Robert era todo un
caballero, educado por su madre para ser galante y respetuoso. Nunca hablaba de
más, ni le llevaba la contraria a sus padres. Estos habían decidido que Robert debía
ser abogado, como su abuelo, de esta forma levantaría el buen nombre de la
familia.
Danielle
por el contrario, nunca dejaba que ninguna condición le fuera impuesta por
nadie. Había decidido ser arquitecta y estaba decidida a lograrlo, no solo
esto, sino que estaba muy segura de que sería la mejor.
Los tres
amigos, pasaban sus tardes en el parque o caminando por ahí. Compartiendo sus
ideas y opiniones. Danielle ya había sido aceptada en una de las mejores
universidades de Estados unidos y estaba haciendo los preparativos para su
viaje. Laura aún no decidía donde estudiaría al terminar la secundaria, pero no
le preocupaba, pues los contactos de su padre de seguro la ayudarían a ingresar
a una de las universidades más reconocidas en el ámbito de la arquitectura. Una
tarde al salir del Colegio, los tres amigos se encontraban sentados en la grama
del parque cerca de su casa. Danielle y Laura hablaban de todo, mientras que
Robert estaba más callado que de costumbre.
-Entonces,
le dije a papá que la razón por la que estaba deseosa de irme a Estados unidos
era precisamente para alejarme de él – Danielle estalló en carcajadas.
-No sé como
puedes hablarle así a tu padre, Danielle – Laura apenas contenía la risa – si
yo intentara algún día contradecirlo, creo que primero me muero del susto.
-Bueno, no
es que yo quiera irrespetarlo ni nada así es solo que mi vida es mía y si
alguien va a vivirla esa seré yo y nadie más.
-Hey, ¿y a este
qué le pasa? – Dijo Laura mirando a Robert – no ha dicho ni media palabra desde
que salimos del colegio.
Danielle le
dio un ligero codazo a Robert y este se espantó un poco.
-¿Estabas
volando lejos? ¿En qué piensas?
-Pues, en
todo Dani – Robert hablaba con su acostumbrada madurez – solo nos quedan unos meses
antes de graduarnos y pues hay tantas cosas que hacer.
-Tú no
tienes nada que hacer, a ti tus padres te lo tienen todo muy bien arregladito –
Danielle hablaba en un tono despectivo, que dejó a Laura un poco intrigada.
-Pero, no
tiene nada de malo que nuestros padres se preocupen por nosotros, Dani. Mi
padre se ha esforzado mucho por darme una buena vida y lo menos que yo puedo
hacer…
-Es dejar
que sea él quien controle tu futuro. Vamos Laura, a ti ni siquiera te gusta la
arquitectura y aún así tomarás esa carrera. Tú y Robert han dejado que sus
padres les manejen la vida como ellos han querido. Y supongo que ahora es
difícil dejar el camino fácil, ¿verdad, Robert?
Robert y
Danielle se miraron de una forma que Laura no había visto antes. Parecía como
si Danielle estuviera reprochándole algo a su amigo.
Sabes qué
Danielle, no todos somos como tú, algunos necesitamos tiempo para tomar
nuestras propias decisiones.
Robert se
puso de pie, tomo su mochila y se fue a prisa, obviamente muy molesto.
-¿Y ustedes
qué se traen? Esas miraditas y esos comentarios tuyos hacia él. ¿Hay algo que
yo no sepa?
-Pues no.
Es solo que a veces me aburro de ver como le dominan la vida. Creo que su mami
aún le corta la carne en pedacitos chiquititos para que no se ahogue, el pobre
bebe.
-No hables
así de él, Dani. Robert es un buen hombre y solo se esfuerza por hacer felices
a sus padres.
-¡Corrección!
Robert es un buen niño, porque para ser hombre, le falta mucho todavía. –la
mirada de Laura denotaba un poco de decepción.
-Ay perdón
amiga, sé que te gusta Robert y todo eso, pero la verdad debe ser dicha.
-A mi no me
gusta Robert. ¿Qué te hace pensar eso?
-Bueno,
primero que cuando dices: A mí no me gusta Robert. Se te pone la cara toda roja
y la piel de gallina. Además se te van los ojitos detrás de él cada vez que lo
ves.
-¡Eso es
mentira! – Laura bajo la cabeza – ¿En serio crees que hago eso?
-No, no lo
creo, estoy segura. Lo que no sé es cuando piensas decírselo.
-¡Decírselo!
Ay no, que vergüenza. Como crees que yo podría decirle algo así.
-¿Porque
no? Solo sigo que Robert no es feo y quizás alguien más pueda adelantarse. Te sentirías
muy mal si eso pasara y tú te quedaste callada.
Las
palabras de Danielle se quedaron grabadas en la mente de Laura. Aunque había sentido
crecer sus sentimientos por Robert a través del tiempo, nunca consideró la
posibilidad de que él lo supiera, pero pensar que él pudiera estar con alguien
más le hacia sentir una fuerte punzada en el corazón. Quizás Danielle tenía
razón y confesar sus sentimientos hacia Robert sería lo mejor. Ellos habían
sido mejores amigos por años, él confiaba en ella plenamente y la trataba con
una dulzura tal, que la hacía sentir como si ella fuera la mujer más importante
en el planeta, al menos para él. Así que después de una larga noche consultando
con la almohada, por fin se decidió. Invitaría a Robert a salir y le diría lo
que hacía mucho tiempo ella había empezado a sentir por él.
Esa mañana
mientras se preparaba para ir al colegio, sentía un correteo intenso en su
estomago, pensaba una y otra vez como le diría lo que sentía. Había fantaseado
muchas veces con estar son él, pero al ver el día tan cerca, sentía que los
nervios la dominaban y apenas si podía controlar el temblor de sus piernas.
Estuvo toda
la mañana armando la escena en su cabeza, imaginándose la cara de Robert cuando
se lo diera, quizás estaría un poco sorprendido al principio pero después se
alegraría y le diría que él también sentía lo mismo por ella. Quizás la besaría
y la abrazaría. Pensaba en lo felices que estarían sus padres con la noticia, y
de pronto se encontró a si misma imaginando vestidos de novia, arreglos de
flores, todos los preparativos de la boda. Perdida en su imaginación estuvo
hasta que llegó la hora de salida. Nunca se había sentido tan feliz de escuchar
el último timbre. Sin perder tiempo corrió a encontrar a Robert, lo divisó a lo
lejos hablando con unos compañeros.
-Hola,
Robert, hola ¿Como están todos? –Sentía que le faltaba el aire – ¿Podemos
hablar?
-Si claro, ¿pero
que te pasa te sientes bien?
-No me pasa
nada, bueno nada malo. Solo quería invitarte a comer un helado y hablarte sobre
algo, si tienes tiempo.
-Claro,
quieres que vayamos ahora? –Laura asintió con la cabeza- Pues vámonos, ya no
tengo nada más que hacer aquí. Invitamos a Dani?
-No, es que
quisiera hablarte a solas.
-Está bien.
Se fueron
ambos hacia la heladería que estaba a una esquina del colegio, ella lo sentía
caminar a su lado, vibraba con el roce de su camisa en su brazo, parecía que su
corazón se le iba a salir del pecho. Mientras él hablaba de cosas triviales,
ella sonreía y pensaba que esta sería la última vez que caminaran juntos como
amigos.
Llegaron a
la heladería y al encontrar una mesa, el jaló la silla para que ella pudiera
sentarse, eso le hizo recordar la inmensa lista de cosas que le gustaban de él.
-Bueno,
aquí estamos. ¿Qué era eso tan importante que querías decirme?
-Pues,
verás Robert, ayer Dani dijo algo que me dejó pensando y…
-Dani
siempre hace eso, ¿no? Deja todos pensando.
-¿Porqué lo
dices en ese tono?
-Porque…
nada no me hagas caso. Es que Dani a veces me molesta mucho.
-ella no lo
hace por ser mala, simplemente no le gusta guardarse sus opiniones.
-Si,
supongo que es por eso que…
Robert hizo
una pausa que hizo sentir a Laura muy incomoda. Le parecía que algo no estaba
bien. Recordó las miradas de ambos ayer en el parque.
-¿Que
supones Robert? ¿Pasa algo que yo no sepa?
-Pues… Dani
me hizo prometer no decir nada todavía, pero, tú eres nuestra mejor amiga, así
que supongo que a ti no importa que te lo diga.
El silencio
le pareció a Laura una eternidad, su mente sospechaba lo que Robert estaba a
punto de decirle pero por alguna razón una vocecita en su cabeza le decía que
era imposible. Recordó las tardes que pasaron juntos los tres, los trabajos que
hacían en el colegio, los tres siempre juntos, compartían todo. Entonces prestó
más atención a los detalles, las cosas pequeñas, las sonrisas de ellos dos, los
juegos y coqueterías de Dani para con él, el empeño de acompañar a Dani a su
casa cada vez que se separaban.
-Dani y yo
empezamos a salir juntos hace unos meses.
-¿A salir?
Nosotros siempre hemos salido.
-Si, claro.
Pero nosotros comenzamos a salir… como novios, entiendes? Hemos estado juntos
por unos meses, pero conozco a Dani hace toda la vida y creo que es la persona
adecuada para mi.
-¿Adecuada?
¿Estás enamorado de ella?
-Pues no lo
sé bien, todavía. Pero Dani es tan especial. Con ella me siento bien, ella me
hace soñar en grande, ¿sabes? Me siento vivo y deseoso de estar con ella cada
minuto de mis días- Robert suspiró- Vaya nunca me había escuchado hablar así de
ella, cuando lo digo de esa forma, pues creo que si, estoy enamorado de Dani.
El corazón
de Laura casi se detiene. Robert enamorado de Dani, y ella allí sentada frente
a él, escuchándolo hablar sobre sus sentimientos por ella, lo bien que se
sentía a su lado y ella lo único que deseaba era gritarle que se callara, que
ella también estaba enamorada, pero de él. Mientras su rostro dibujaba una
sonrisa hueca, sentía las lágrimas agolparse en sus ojos. Bajo la cabeza
tratando de disimular. No debía llorar.
-¿Entiendes
lo que digo? ¿Alguna vez te has sentido así por alguien, Laura? – Robert la
miraba con una emoción tal que parecía un niño el día de su cumpleaños abriendo
todos sus regalos.
-Pues no,
nunca he sentido nada parecido. Te envidio, no sabes cuanto los envidio a los
dos.
-El
problema es que… Danielle a veces me pone en situaciones difíciles. Como ahora,
tú sabes que ella irá a estudiar a Nueva York, ¿cierto? Pues quiere que nos
vayamos juntos, que vivamos juntos allá. ¿Que te parece?
¡Vivir
juntos! Robert y Dani iban a vivir juntos. De pronto todas las imágenes que
habían pasado por su cabeza, las ilusiones falsas que se había hecho se fueron cayendo
a pedacitos una tras otra. Ya no era solo una relación de adolescentes sin
importancia, ellos iban a vivir juntos, como pareja. Robert continuó hablando
sin parar, mientras Laura deambulaba en sus propios pensamientos.
-Tú sabes
que Papá tiene todo resuelto para mí, hasta la universidad donde estudiaré,
decirle ahora que no iré adonde él quiere y que pienso mudarme con Danielle, no
sé cómo va a tomarlo. Y ni hablar de mamá, ella siempre quiso que yo me casara
contigo, ¿recuerdas como lo mencionó en la fiesta de navidad pasada?
-Si, lo
recuerdo –Laura respondió en voz baja, para que Robert no notara como su voz se
cortaba de pronto.
-Tú sabes
que a mamá siempre le has caído muy bien, supongo que por eso anhelaba que tú y
yo nos casáramos algún día. ¿Te imaginas? Sería ridículo pensar en nosotros
como pareja, ¿verdad? Si somos casi como hermanos.
-Hermanos,
si. Sería ridículo pensar en eso.
-Sé que lo
que quiero es ir a Nueva York con dani, pero aún no sé como lo tomaran papa y
mama. ¿Que opinas Laura? ¿Crees que es lo correcto?
¿Que debía
decir? Si claro, vete con ella y rómpeme el corazón de paso. Porque preguntarle
a ella. No era justo, pedirle consejo mientras sentía su corazón arrugarse poco
a poco. Apenas si tenía fuerzas para hablar, deseaba salir de allí corriendo e
irse a algún donde pudiera estar sola, completamente sola.
-Pues no
sé, Robert, supongo que si es lo que quieres, pues debes hacerlo.
-Vamos,
Laura, tú siempre eres la que da los mejores consejos. Sé que ha sido una
sorpresa para ti, pero eres mi mejor amiga y de verdad necesito de tu ayuda
ahora.
¡Su mejor
amiga! Eso era lo más doloroso que había escuchado en mucho tiempo. Él se había
enamorado de Dani y ella era solo su mejor amiga. Lo vio a los ojos y sintió tanta
rabia en ese momento, con él, con Danielle por no decirle nada. Quiso gritarle
todo lo que estaba sintiendo en ese momento y decirle que lo odiaba, que no quería
saber nada más de ellos dos, que por ella podrían hacer lo que les diera la
gana. Pero luego, miró más allá, miró muy adentro de los ojos de Robert, vio la
dulzura y la ternura con la que siempre la trataba, las galanterías que la
habían hecho fijarse en él en primer lugar. Vio todo eso y le dolió, le dolió
pensar así de él, sintió compasión de este hombre frente a ella que necesitaba
de su ayuda. Lo quería tanto que, si él necesitaba una amiga, eso sería ella
para él, solo su amiga.
-Robert, ¿La
quieres?
-Si, creo
que sí.
-Pues no
hay nada más que pensar. Si amas a alguien haces todo lo posible por que esa
persona sea feliz. No debe haber nada más importante que demostrarle tu amor
cada día. Lo que Danielle te pide no tiene nada de malo. Ella solo quiere estar
contigo, empezar de cero juntos. Si tus padres te aman, te entenderán y te
apoyaran. Quizás no desde el principio, pero si con el tiempo. Pero si no lo
intentas, si te quedas sentado y no haces nada, vivirás el resto de tu vida con
la duda de lo que pudo haber sido y no fue.
-¿Ves? –
Robert sonrió – Hablar contigo siempre me hace sentir mejor – Le tomó de la
mano suavemente – Gracias. Ahh pero de que querías hablar tú conmigo, me
invitaste aquí para decirme algo muy importante.
-¿Sabes?
Con la noticia que me diste hasta olvide lo que quería decirte. Y ya se me hizo
tarde para llegar a casa, debo ayudar a mama con algo. ¿Te molesta que te deje
solo? –Laura recogía sus cosas y se levantaba apresurada de la silla.
-Pero,
espera, te acompaño a tu casa.
-No, esta
bien así, voy muy de prisa. ¡Adiós!
El camino a
casa se le hizo largo, muy largo. Sentía sus pies como volando sobre la acera,
llego a la puerta principal, entro a la casa, subió las escaleras y sintió que
casi se desmaya al llegar a su habitación. Cerró la puerta con llave y se sentó
sobre la cama. Estuvo unos minutos mirando la pared, sin saber que hacer.
Necesitaba hablar con alguien, pero no había nadie. Sus dos mejores amigos eran
los causantes de su pesar, así que ¿con quien debía hablar? Las lágrimas
empezaron a rodar por sus mejillas y se encostro de pronto sozollando sin
control acostada en su cama. Porque le pasaba esto a ella. Porque había
esperado tanto para decirle a Robert lo que sentía, porque… porque… porque…
Solo había
preguntas en su cabeza, ninguna respuesta. Sentía un gran nudo en su garganta
que apenas la dejaba respirar. Quería cerrar los ojos y no pensar en eso nunca más.
Dormir, solo quería dormir.
Al abrir
los ojos, vio todo oscuro había caído la noche. Vio su reloj de mesa, ya eran
las 7:00 PM sus padres estarían abajo. Encendió la luz y se miro en el espejo.
Sus ojos estaban rojo y sus parpados hinchados de llorar. Su pelo largo y
lacio, estaba todo alborotado. Sin embargo, se sentía mucho mejor. Sentía como
si hubiera sacado de dentro de su alma un peso muy grande, el nudo en su
garganta ya no estaba y por fin podía respirar libremente. Entro al baño, se
lavo la cara y peino su cabello. Debía bajar para la cena o sus padres vendrían
a buscarla.
Al bajar
los escalone los vio sentados en la sala, hablaban de las noticias del día, sus
trabajos, los vecinos. En ese momento sintió envidia de ellos, habían estado
casados por 15 años y aún conservaban esa costumbre de compartir sus días cada
noche. Laura pensó que era eso lo que tanto deseaba. Pensó en Robert, su mejor
amigo, con quien había compartido de esa forma durante toda su vida, o bueno,
eso era lo que había significado para ella. Llego a la sala y se unió a la
conversación de sus padres. Ellos la recibieron con un afectuoso saludo y
comenzaron a interrogarla sobre su día. Laura evitaba hacer contacto visual con
su madre, no quería que sospechara de cómo se sentía, aun no estaba lista para
hablar de eso con ella.
-En unos
meses estaremos celebrando tu graduación – el padre de Laura hablaba con
nostalgia – me parece que fue ayer cuando te llevamos por primera vez al colegio
y mírate ahora, toda una bachiller.
-Ay, pero
no te pongas así, amor – la madre de Laura acariciaba suavemente la mejilla de
su esposo – debes sentirte orgulloso de la hija que has criado. Dentro de poco
será toda una profesional, una excelente arquitecta como su padre.
Laura
escucho las palabras de su madre y sintió una incomodidad en su estomago, si
bien la arquitectura no era lo que mas le gustaba, era la carrera que sus
padres habían escogido para ella y quizás era mejor así.
-Si claro, así
podré retirarme tranquilo sabiendo que mi compañía está en las manos expertas
de mi hija.
-Laura, ¿has pensado en lo que te propuse la otra
noche?
-¿Que cosa
mama?
-¿El curso
de diseño, en España?
-¿Que curso
de diseño? – el padre de Laura sonaba sorprendido.
-Amor,
recuerda que te dije que Javier, tu amigo de infancia, me comento sobre un
curso muy bueno de diseño arquitectónico en España para Laura. Dijo que seria
perfecto para ella hacerlo antes de entrar a la universidad, se vería muy bien
en su curriculum.
-¿Pero en
España? – El padre de Laura no sonaba muy convencido –Es muy lejos de aquí.
-Laura ya
va a cumplir 17 años y es una chica muy responsable. La has educado bien,
además, ella debe empezar a ser independiente.
-Si, pero…
-Pero, no
hemos oído nada de Laura, que es la interesada. ¿Qué me dices, hija? ¿Que te
parece la idea?
-Pues no se
mama. ¿Debo decidirlo ahora mismo?
-No, tomate
unos días y piénsalo. Pero toma en cuenta lo bueno que seria para tu carrera. Además
España es un país bellísimo, de mucha cultura. Seria lindo conocerlo, ¿no
crees?
-Puede ser.
– Laura se puso de pie – Me voy a mi cuarto.
-¿Te
sientes mal hija? – pregunto su padre preocupado al ver a su hija tan
deprimida.
-Si, me
duele un poco el estomago. Me voy a acostar y seguro mañana me sentiré mejor.
-Pues buena
noche, cariño. Que te mejores.
Laura les
dio un beso de buenas a sus padres y rubio a su habitación. Sentía las piernas
pesadas, su paso era lento y mantenía la mirada en el piso. Quería dormir, toda
la noche. Pero no podía conciliar el sueño. Seguía pensando en Robert, en
Danielle. ¿Porque Daniella la enviaría a hablar con Robert sabiendo que ellos
ya era novios? ¿Porque su amiga le había
hecho algo tan doloroso? Necesitaba hablar con ella, decirle lo que pensaba,
estaba furiosa, triste, herida.
Esa mañana
en el colegio, su prioridad era encontrar a Danielle. La vio sentada en los
escalones, sentada con un grupo de
chicas de la clase. Tan feliz y radiante como siempre. Se acerco a ella con
paso lapido y seguro, aunque sentía miedo por lo que su amiga podría decirle.
-Hola, ¡Laura!
– Danielle saludo a su amiga, como si no supiera nada de lo que había pasado.
-Hola ¿Podemos
hablar en privado por favor?
Danielle se
levanto y camino con la Laura
hasta la esquina de la cancha. Laura sintió que las palabras se amotinaban en
su boca, se senita tan molesta que no sabia como empezar.
-Danielle…
ayer hable con Robert, como tú me sugeriste, y…
-Te dijo lo
que había entre nosotros – Danielle la miraba de forma despectiva, nunca se
había sentido tan pequeña delante de ella – Somos novios, ¿Recuerdas? No tenemos secretos entre nosotros.
Somos
novios, esa frase se le clavó a Laura en el pecho como un puñal, Danielle sabía
cómo herirla sin fallar.
-Sí. Pero
como puedes estar tan tranquila y verme así como si nada. Tú sabías lo que yo
sentía por Robert y lo había entre ustedes y aún así me dijiste que debía
hablar con él, decirle lo que yo sentía…
-Vamos a
aclarar algo – Danielle sonaba segura y arrogante – yo no sabia lo que tú sentías
por Robert, hasta antes de ayer cuando me lo dijiste. Si lo sospechaba, pero no
lo sabía a ciencia cierta.
-Pero tu…
-Ya va. Si
te sugerí que hablaras con Robert, fue porque como tu amiga me preocupo por ti.
Pensé que seria lo mejor, que te desahogaras para que pudieras cerrar ese
capitulo de tu vida y pasar al siguiente.
-¿Como
puedes decir que lo que hiciste fue por mi bien? – La ira de Laura iba en
aumento – si yo le hubiera contado a Robert lo que siento por él me habría
sentido avergonzada y humillada. Tú debiste decirme lo que había entre ustedes.
-No quería
lastimarte. Pensé que lo mejor era que lo escucharas de el mismo Robert. Te
hice un favor. Aunque ahora no lo veas así, con el tiempo te darás cuenta de
que fue mejor así.
-¿A que te
refieres?
-A que las
mujeres como yo, debemos estar con hombres como Robert, sumisos y pasivos. Las
mujeres como tu que son débiles y blandas necesitan estar con hombres mas
fuertes y seguros de si mismos.
-¿Como
puedes decir eso de Robert?
-Es la
verdad, Robert es lindo y tierno y lo quiero mucho. Pero es débil e inseguro,
estando conmigo será más fuerte y tendrá un mejor futuro. ¿Que seria de Robert
estando contigo? Tendría una vida moldeada a la voluntad de sus padres, sin el más
mínimo poder de decidir por el mismo. Conmigo, será diferente.
-¿Diferente
como? En vez de obedecer a sus padres, te estará obedeciendo a ti.
-Bueno,
Pero yo sí le daré beneficios a cambio – Danielle esbozo una sonrisa coqueta –
Laura, eres mi amiga y te quiero, por eso soy honesta contigo. Robert no es el
hombre para ti, te hice un favor.
En ese momento
sonó el timbre de entrada y Danielle se dio media vuelta para irse. Se detuvo
de pronto y mirando a Laura le dijo en tono burlón:
-Ahhh y
debo agradecerte. No se que le dijiste ayer a Robert pero por fin se decidió a
hablar con sus padres e irse a vivir conmigo a Nueva York. Así que gracias.
Y se marcho
sin que Laura pudiera decir nada de su comentario. Como era posible que ellas
hubieran sido amigas por tanto tiempo y nunca se hubiera dado cuenta de la
verdadera personalidad de Danielle. Durante todo ese tiempo ella le mostró lo
que había sido conveniente, la engaño haciéndose pasar por su amiga y ahora que
ya no la necesitaba se deshacía de ella.
¿Y que podía hacer? Nada, Robert se había enamorado de Danielle y nada podía
hacer ella para cambiarlo.
Esa tarde
mientras se encontraba acostada en su habitación, daba vueltas a varios
pensamientos en su cabeza. Robert, Danielle, la relación que había entre ellos,
las palabras de Danielle. Nunca lo había visto de esa forma. Danielle era
fuerte, extrovertida, voluntariosa. Jamás evitaba que nadie se interpusiera en
su camino cuando se había propuesto conseguir algo. Laura por el contrario era
pasiva, fácil de dominar y de convencer, a veces sentía tanta rabia consigo
misma por no levantar la voz y defenderse sola. Durante muchos años dependió de
Danielle para que la defendiera. En el colegio, en el parque en todas partes. Pensó
que Danielle tenía razón, Robert era débil de carácter y necesitaba una mujer
de temperamento dominante. Solo que… no tenia porque ser Danielle. Si se lo proponía,
ella podría cambiar, podría convertirse en el tipo de mujer que Robert
necesitaba. No era imposible.
Eran las
8:00 PM cuando salio corriendo de su casa hacia la casa de Danielle. Quedaba a
solo unas esquinas de la suya. Toco la puerta y salio Danielle muy arreglada, parecía
que iba de salida.
-¡Vaya! ¿A
que se debe la visita tan inesperada e inoportuna? Voy casi de salida
-Tienes
razón. No soy fuerte, ni decidida como tú. No he sabido tomar mis propias
decisiones y he dejado que los demás me controlen en muchas ocasiones. Pero
Robert es bueno, lo quiero y si tengo que cambiar mi forma de ser para poder
estar con él, lo haré. Porque he soñado
con ser su novia desde que tengo memoria. Tú no lo quieres, para ti solo es un
capricho más y ya. Con el tiempo te cansarás de él y cuando encuentres a
alguien que te apasione más lo dejarás. Yo no, yo lo quiero para toda la vida,
lo quiero junto a mí, siempre. Porque no
le haces un favor, y lo dejas libre para que pueda darse cuenta de que es junto
a mí que debe estar.
Laura hizo
un pausa en su discurso y se dio cuenta de que Danielle tenia una sonrisa
picara en su rostro. Danielle miraba a alguien más detrás de ella. Se volteo y sintió que casi se desmaya al ver
a Robert allí. No supo que decir, quería correr pero sus pies no se movían y su
boca estaba como sellada. Robert se acerco, tenia una mirada en sus ojos que
nunca había visto, parecía una mezcla de pena y molestia al mismo tiempo, se
veía decepcionado
-Laura –
Robert hizo una pausa antes de hablar - ¿Porque
nunca me dijiste nada?
-Robert,
yo…
-Lo que
dijiste, no es cierto. Se que piensas que no tengo voluntad propia, pero se muy
bien lo que quiero y es a Danielle. Y estoy seguro de que ella también me
quiere a mí. Eres mi amiga y siento por ti mucho cariño, pero yo no deseo estar
contigo, la verdad es que me siento muy decepcionado de ti, jamás pensé que te
escucharía expresarte así de mí. Danielle y yo nos iremos a Nueva York juntos. Esta
noche iremos a casa de mis padres para darles la noticia. En unos meses
cumpliremos 18 años y ellos ya no podrán retenernos aquí. Yo haré mi vida con
Dani, lamento si sales herida en el proceso, pero mi prioridad es ella. Pensé
que como mi amiga lo entenderías. Pero si no es así, entonces te pido que te
alejes de nosotros y nos dejes hacer nuestra vida según nos plazca.
Laura sintió
que sus pies se desprendían del suelo y salido corriendo lo más rápido que pudo
hacia su casa. Paso frente al parque, ya era tarde. Había luna llena y se
reflejaba sobre el pequeño lago que adornaba el parquecito. Se detuvo de pronto
y estuvo mirando el reflejo de la luna algunos minutos, deseo poder sumergirse
en esa imagen y no salir jamás. Quería desaparecer, huir, y no volver a casa.
Se sentía perdida y su mente solo encontraba una solución, irse lejos.
-Mama –
Laura llegó a casa y gritaba desde la puerta buscando a su madre - ¡Mama!
-Aquí
estoy. ¿Porque el alboroto?
-Mama, decidí
que si quiero irme a España. Creo que es lo mejor para mi, cambiar de aire,
conocer gente nueva, aprender mucho. Necesito irme.
-¿Necesitas
irte? – su madre la miraba con preocupación – ¿Porque necesita mi hija de 16
años dejar su casa, sus amigos, su ciudad e irse a un país lejano y
desconocido? Si me hubieras dicho que quieres irte te entendería, pero ¿por que
es una necesidad?
-No me
explique bien, no es una necesidad, es solo que seria bueno para mi estar en un
lugar diferente por ahora.
-Aja.
Entiendo. Si no quieres contarme no lo hagas, esperaré hasta que estés lista. Bueno,
hablaré con tu padre y haremos los arreglos para cuando te gradúes.
-¡No! Yo
quisiera irme ahora, mamá.
-¿Como? ¿Y
tus clases y tu graduación?
-Yo tengo
un promedio alto y solo faltan unos meses para la graduación. Podría irme
ahora, conocer España y regresar para los exámenes finales. No me haría daño y
no creo que afecte mi graduación.
-No se,
Laura. ¿Cual es el apuro? Puedes esperar unos meses e irte luego, estamos en
enero y el curso empieza en Octubre.
-Mama… -
Laura no pudo contener mas sus lagrimas – Por favor, necesito irme, no quiero
estar mas aquí, por favor, ayúdame a irme lejos de aquí.
La madre de
Laura, la abrazo con ternura, sorprendida y preocupada de ver a su hija en ese
estado. Le partía el corazón verla llorar de esa forma y mas aun sin saber
porqué.
-Esta bien,
esta bien – dijo mientras acariciaba su cabello – hablaré con tu padre y
veremos lo que haremos. Ya no llores mas, no voy a preguntarte que te pasa,
pero si quiero decirte que nada ni nadie vale la pena para que tú te
entristezcas de ese modo. Nadie puede pagar el precio de una de tus lágrimas.
Laura
escucho las palabras de su madre, la reconfortaron un poco, pero sentía una
pena tan honda en su corazón, que en su mente solo concebía una salida, irse
lejos.